viernes, 9 de enero de 2015

Charlie Hebdo. ¿resignificando terrorismo?




Cuando suceden cosas como la que sufrieron los artífices de Charlie Hebdo, prácticamente se imperone no reflexionar más allá de la obviedad de la superficie, al menos por un plazo prudencial. Cualquier vueltita al asunto, o inspirada en la calidad o magnitud de las reacciones inmediatas podría ser alcanzada por una de las tantas genéricas impugnaciones morales, como la que señala Martín Granovsky en Página 12: “Es obvio que no es momento de comparaciones, porque cada muerte es absoluta en sí misma y quien diseñe un ranking corre el riesgo de terminar justificando la matanza, como sucedió el 11 de septiembre de 2001 cuando unos pocos en el mundo creyeron que era de izquierda relativizar la gravedad del ataque a las Torres Gemelas”.




“Es obvio” que relativizar no quiere decir, necesariamente, quitar importancia. A menos, claro, que la crudeza de un acontecimiento nos provoque ceguera o amnesia, a tal punto que coronemos el hecho con el valor de lo trascendental y lo absoluto. 

Varias consecuencias inmediatas se desprendieron del atentado: una muestra globalizada de solidaridad y congoja; 2 ataques a mezquitas y uno a una tienda de kebabs, todos en Francia. Y una tercera, a cargo de las grandes empresas de medios: aún antes de cualquier manifestación oficial al respecto, recorrió el mundo el mote de “terrorista” con que se calificó el hecho, y la imputación genérica que implica sospechar de “islamistas” a sus desconocidos perpetradores: la televisión lo dijo el “terrorismo islámico” se había cobrado 12 nuevas víctimas, esta vez en la glamorosa París. Aún nada de eso está probado, pero ya 3 centros religioso-culturales musulmanes fueron atacados. La derecha cristiana y xenófoba europea, amiga de garrotear emigrantes del Magreb y subsaharianos en los oscuros callejones sin que el atropello tenga tanta repercusión mediática ni despierte tan magníficos gestos de solidaridad, se frota las manos. 


Pero ¿Qué es lo que hace tan especial al atentado a Charlie Hebdo?

¿Qué el hecho haya sido perpetrado en el primer mundo? No ha de serlo. Los 92 jóvenes (politizados, de entre 14 y 17 años) asesinados hace apenas tres años en Noruega por un supuesto “loco suelto” neonazi, ultracatólico e islamofóbico, no resultaron tan movilizadores, el hecho fue calificado en forma unánime por la prensa simplemente como “tragedia” e, incluso, ya cayó en el olvido sin que nadie se preocupe demasiado por indagar trasfondos. Así como también fue rápidamente erradicado de la agenda mediática el mucho más reciente atentado en Ucrania contra el avión de Malaysia Airlines, una vez que la investigación comenzó a alejarse de la primer conjetura masivamente difundida, tendiente a responsabilizar a Putin.


¿Su condición de periodistas? Durante el año 2014, en México, fueron asesinados 10 y otros 22 desaparecidos. En el contexto de la “guerra” contra el narcotráfico, el número desde 2007 supera largamente el centenar, el 90% de los casos se encuentra impune. En Irak, durante los 4 primeros años de la ocupación norteamericana, las víctimas de ese oficio se estiman en alrededor de 200, varios de ellos europeos o norteamericanos. Los EEUU y los restantes países de la coalición se han negado sistemáticamente a juzgar a los responsables. Poco se puede leer de ello.


 
¿La supuesta naturaleza política del hecho, en cuanto afectación a la libertad de expresión? Sin aditamentos, tampoco parece ser motivo suficiente para movilizar en las proporciones observadas en el caso. Baste compararlo con los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Ayotzinapa (más los 6 muertos y 25 heridos por la represión policial del mismo 26/9), con repercusiones casi estrictamente ceñidas a grupos politizados y latinoamericanos, relativamente ignorados por los grandes medios de comunicación masiva.  


¿Los posibles móviles terroristas? Vamos a suponer que, como se dice, el acto fue perpetrado por musulmanes fundamentalistas que, actuando como brazos ejecutores del Corán, irrumpen en un territorio ajeno a su jurisdicción, ajustician (sin juicio y sin condena) a quienes violaron una de sus prohibiciones (difundiendo imágenes satíricas del Profeta, menoscabando la religión y ofendiendo a sus fieles), todo ello en un contexto de evidente agresión (militar y cultural) de occidente contra mundo islámico. Si eso es un acto terrorista ¿porqué ni la prensa ni la justicia occidental calificó de la misma manera el asesinato de Ben Laden? Al contrario, independientemente de las acusaciones que pesaban sobre él, el mundo occidental y cristiano asistió impávido (cuando no aplaudió) su ejecución sumaria, innecesaria y salvaje; como hasta el día de hoy mira despreocupado la suerte de los presos (sin juicio) de Guantánamo o el reconocimiento expreso de la utilización de la tortura sistemática o el asesinato masivo de civiles (especialmente niños) por desproporcionadas fuerzas de agresión y ocupación.
   

En definitiva, creo que nos están amaestrando. Nos están enseñando que la libertad de expresión es más importante y merece ser protegida a toda costa, si la ejerce una empresa mediática a cuando la ejerce un colectivo popular, o cualquiera de nosotros individualmente. Y que no es lo mismo que la conculque un Estado neoliberal (con su policía, su ejército y sus narcotraficantes), a si supuestamente lo hacen 3 ignotos musulmanes (que terminarán siendo todos los musulmanes). Nos están diciendo que tenemos que ser disciplinados consumidores de los mensajes que nos inculcan, nada de andar ensayando miradas complejizadoras, ni de sospechar que algo se esconde detrás de quienes deben ser insospechados. Después de todo, las tapas que escogí de la revista demuestran que la gente de Charlie Hebdo era susceptible de cosechar otros enemigos, tan o más intolerantes y violentos que los fundamentalistas islámicos.



Y, sin pruebas al canto, nos están sugiriendo que los únicos terroristas (DRAE - terrorismo. m. Dominación por el terror. || 2. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror) o que merecen ser llamados tales, son los musulmanes, esos bárbaros sentados sobre barriles y barriles de petroleo. No lo son los gobiernos neoliberales que amenazan con hambre y miseria para que aceptemos el hambre y la miseria, pero en orden. No lo son los medios de comunicación que manipulan la información y nuestros sentimientos para hacernos funcionales a sus intereses. Tampoco lo son los narcotraficantes, ni los ejércitos regulares que asesinan y bombardean masivamente en nombre de la libertad y la democracia; ni la xenofobia y el neofascismo, siempre listos para estigmatizar al diferente y para ahogar violentamente toda reacción contra la injusticia. 

A diferencia de Granovsky, creo que nunca está de más hacer comparaciones, y que eso no justifica ni relativiza nada, mucho menos la muerte. Es sólo abrir el paraguas ahora, cuando la sensibilidad fogoneada desde la tele le gana terreno a la razón, cuando la ultraderecha europea consiguió su 11-S que justifica el deseado pogrom de inmigrantes y cuando, seguramente, se reamasarán los intrincados argumentos de por qué es necesario invadir Siria para vengar las muertes y la afrenta a otro de los valores fundantes de occidente (la Libertad de Empresa, claro, en el caso otra vez confundida indisolublemente con la Libre Expresión).